Jesús Rengel Ortiz - Sevilla
Maletas y más maletas. Y todas ellas alrededor de una cinta
corredera que las desplaza hacia ningún sitio. Éstas no simbolizan otra cosa
que las vidas de inmigrantes sin destino, sin ningún lugar al que poder ir y
sin ningún cobijo donde quedarse.
Cinco actos que llenaron de una gran escenografía metafórica
el Teatro Central de Sevilla y que de una misma pieza que engloban la ironía,
el humor y el drama, y hace sentir al espectador la cruda realidad de lo que
normalmente oye y ve en la televisión, pero de lo que en realidad nunca llega a
tener conocimiento. El exilio y la inmigración que representan tanto Juan Diego
Botto como la cantante y actriz Astrid Jones llega sin ningún reparo, con la
única intención de hacer saber quién, cómo, cuándo y porqué esas personas por
las que se hacen pasar han vivido las miserias que nos cuentan.
Asombra la facilidad con la que Botto es capaz de jugar con
papeles totalmente diferentes y opuestos, como el agente de policía que
interpreta en el primer acto, ese que no desea más personas extranjeras en su
país y que incluso juega con el público, al que trata como inmigrante también,
mientras que en la siguiente actuación es un inmigrante argentino que llama
desde un locutorio a su mujer, entre divertidos desencuentros y confusiones,
chillando a todo aquel que no le deja hablar, pero que cuando llega el momento
de explicar la dureza de su vida y de la distancia todo el público queda
prendado.
Juan Diego Botto en el 2º Acto interpretando al argentino que llama a su familia en el locutorio
En el tercer acto es Astrid Jones quien encarna a una mujer
subsahariana que cuenta a su hijo en una carta su viaje a Europa y los
obstáculos que encuentra en un mundo totalmente diferente del que proviene,
llevando un cambio brusco de angustia y oscuridad al ambiente que emociona por
sí solo, añadiendo su canto final africano que casi desnuda el alma.
Los dos últimos relatos sirven para que Juan Diego Botto
narre su historia propia, en la el drama de sus antepasados es el principal
motor, siendo la Argentina de la década de los setenta y su dictadura de la
Junta Militar la protagonista. Interpreta primero Turquito, un joven que relata
su experiencia frente a las torturas recibidas en su país, que lleva por
momentos la desolación al escenario. Y termina con la quinta representación
encarnando a un hombre que utiliza el sarcasmo y la ironía para relatar lo que
le supone a él la distancia y el estar lejos de su hogar, el perderlo todo por
un exilio político.
La obra de de Sergio Peris-Mencheta está basada e inspirada en personas y
experiencias reales que han vivido los propios actores y que además han llegado
a conocer por medio organizaciones y ONG’s, a las que el propio autor siempre
se ha mostrado enormemente agradecido, aclarando que lo que pretende con esta
obra es llegar a las emociones y las conciencias de los espectadores. Lo hace
gracias a un texto directo, seco , con buen ritmo y con la importancia de
contar con unos actores que sienten las historias como propias, por lo que de
esa manera encarnan mejor sus personajes.
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