Muchos creo que ya hemos llegado a la conclusión de que el cine es caro, parece que todos estamos de acuerdo y es un pensamiento confirmado en muchas de las personas, aficionadas y no tanto, sin distinción de edades, que antes llenaban las salas de cine. ¿Dónde están éstas? Preguntarán desde las taquillas los vendedores de las entradas. Cada vez reciben a un público menos numeroso y ésta es la mayor realidad. El cine ha dejado de ser un lugar al que se asista con asiduidad. De hecho, hoy en día se podría decir que es incluso inusual cuando se nos presenta una película a la que no podemos resistirnos, un día con suerte en el que la cartera no está tan vacía, y unas ganas fuera de lo común de movernos del sofá. Aunque es cierto que todavía queda algún que otro amante del largometraje que no tiene duda alguna en elegir una sala de cine como lugar idóneo para ver películas, pero hasta éste está harto.
El problema del problema, valga la redundancia, es que
parece ser que la reacción para solventarlo se hace bastante esperar. El cine necesita
resurgir, volver a sentir que sigue siendo el arte más popular y edificante,
por lo que para ello hay que hacer algo. El hecho es que no hay menos demanda
de películas, sino que los cambios han sido producidos en los hábitos de
consumo de los clientes, por lo que la esperanza comienza ahí. El público sigue
queriendo al cine, pero no tanto como antes, y cada vez menos, pero está visto
que no se trata de un “no se quiere”, sino de un “no se puede”.
Iniciativas como la celebración de la quinta edición de la
Fiesta del Cine han demostrado todo esto, las ganas de la gente de ver cine, de
ir y hasta ver más de una película aprovechando que el precio de dos equivale a
lo que normalmente cuesta ver solo una. Este proyecto, celebrado en tres días
en los que prácticamente ha arrasado y se ha logrado un éxito aplastante, con
cerca de medio millón de espectadores, ha subido un total de un 663% que en los
tres mismos días de la semana anterior, dejando claro así cuál podría ser el
principal motivo del estado actual de las salas de cine en una semana sin
ningún tipo de descuento (añadiendo el precio del IVA, además).
Estos hechos tienen que abrir los ojos de los verdaderos
empresarios y jefes de lo que ellos llamaría como su “negocio”. No sé si están
al tanto de la crisis que azota al país, pero está claro que los distribuidores
que han considerado dar un paso adelante y llevar a cabo estas ideas tienen
todos mis respetos por soportar la presión del mercado y sus cambios. Algo que
el resto de personas agradecemos, pero no es suficiente.
Quizás haya llegado el momento de que esos mismos
distribuidores tomen un acuerdo definitivo pensando en la audiencia, además de
en ellos mismos, y establezcan unos precios más asequibles, no sólo en eventos
poco comunes como La Fiesta del Cine, que máximo dura tres días al año, para
los espectadores que deseen ver sus películas preferidas donde verdaderamente
se disfruta de esta pasión.